En el marco del Teorema I, el Absoluto (𝒜) se manifiesta en tres modos relacionales hipostáticos, cada uno conteniendo plenamente y entregando plenamente el Yo Infinito (𝑰). La participación en la Eucaristía es un acto de resonancia en el que el campo local 𝑰 se alinea con el campo trinitario 𝒯 mediante el operador del amor (𝓛), produciendo una unificación ontológica sin pérdida de identidad.
Matemáticamente, esto puede expresarse como:
𝑰_local + 𝒯_Eucaristía →[𝓛] 𝑰_unificado
donde 𝒯_Eucaristía es el operador trinitario en el contexto sacramental, y 𝓛 es la resonancia de amor que une lo finito y lo infinito.
Filosóficamente, este axioma afirma que la unión con Dios —entendida trinitariamente— no es una aniquilación del yo, sino su elevación a la armonía relacional eterna del Absoluto. La Eucaristía se entiende aquí no sólo como una conmemoración simbólica, sino como una transacción ontológica donde la quintaesencia y las qualia se transfiguran en unidad.
Paralelos místicos:
- Santa Teresa de Jesús: la entrada del alma en la morada más íntima donde la unión divina es completa.
- San Juan de la Cruz: la purificación que precede a la resonancia total con Dios.
- Edith Stein: claridad fenomenológica sobre la transformación del yo en presencia de lo divino.

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